Esta historia es una co-publicación con The Oaklandside.

No recuerdo exactamente de cuál ciudad regresaba, pero había pasado todo el día trabajando en las alturas, en un techo. Estaba muy cansado y cuando llegué a mi casa en Oakland, mi esposa me preguntó si ya sabía lo que había pasado. En la televisión, las noticias decían que el presidente [Barack] Obama iba a dar un permiso especial [la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, conocida como DACA] a las personas que entraron antes del 2007. Mis dos hijos eran elegibles. Después de ver la noticia en la televisión, nos empezamos a preguntar ‘¿qué debemos hacer?’.

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Yo tomé la decisión de irme del pueblo donde vivía, cerca de Guanajuato, [México], porque un día me pusieron un arma en la frente. Quería que mi familia creciera en un lugar más seguro. Yo entré a Estados Unidos en el día de la Virgen de Guadalupe [el 12 de diciembre] en 2002. Mis hijos y mi esposa llegaron a Oakland en 2005. En México, mis hijos dejaron su niñez, sus amigos y vinieron aquí a encerrarse en nuestra jaula de oro. 

Al principio, vivíamos en un cuarto, donde solo cabía un colchón. Para ir al baño, debíamos cruzar la casa que la compartíamos con otras seis personas. Traíamos la comida y en el cuartito comíamos todos juntos. Nos quedamos allí un año. Le batallamos mucho. Yo trabajaba desde las 7:00 am hasta las 6:00 pm. Mi esposa cayó en depresión porque le costó adaptarse a un país nuevo. Todo eso que pasamos nos unió como familia. Hay un dicho mexicano: si crees que te hace un mal, estás equivocado. Te está haciendo un bien. Si pasara por ese cuarto hoy, me conmovería mucho.

Ramírez y su esposa Lucrecia posan para un retrato en su casa de East Oakland, el 7 de julio de 2023. Credit: Hiram Alejandro Durán for El Tímpano/CatchLight Local

Cuando anunciaron lo de DACA, ya nos habíamos mudado a un apartamento en la calle 55.  A mis hijos ya no les costaba tanto adaptarse. Por ese año, en el 2012, mi hija ya estudiaba en la secundaria Fremont y mi hijo en la primaria Greenleaf. Nos emocionamos [con la noticia], pero debíamos buscar ayuda comunitaria, abogados que nos pudieran guiar con los trámites. No teníamos mucho dinero. 

Un día llegué de trabajar y le pregunté a mi esposa dónde estaba mi hijo. Mi esposa me dijo que él había recibido su permiso de DACA y que se había ido en bicicleta a Alameda, a inscribirse para el servicio militar. Mi hijo quería ser soldado. Era su sueño y también el mío. 

Me acuerdo que mi hijo volvió triste a la casa. Le habían dicho que no podía defender a este país porque no era residente [permanente] o ciudadano estadounidense. Él dijo que no importaba porque iría a la universidad a estudiar, que no dejaría de perseguir sus sueños. 

Mi hijo envió una solicitud a la Universidad Estatal de California, Chico. Luego nos llamaron porque él fue aceptado y debíamos ir por un tour. Quería estudiar criminología. Mientras caminábamos, nos emocionamos porque era una universidad tan grande, y le decíamos a mi hijo, ‘tú serás el primer graduado en esta familia’. Verlo allí en la universidad, era como la culminación de años de esfuerzo. Era como ver que se cumplían nuestros sueños. 

Ramírez sacó el diploma universitario de su hijo de la carpeta protectora que la familia usa para guardar sus documentos personales y legales el viernes 4 de julio de 2023. “Nadie puede quitarle su educación”, dice Lucrecia, mientras reflexiona sobre los comentarios que le hicieron conocidos cuando su hijo no pudo encontrar trabajo.

Pero ya casi al final, nos empezaron a contar cuánto era el año escolar y el precio de la renta, y yo pensaba ‘no, no, no, ¿cómo le vamos a hacer?’ Sabíamos que aunque tuviera DACA, mi hijo no podía recibir beneficios para la escuela. 

Mis jefes sabían que mi hijo quería ir a la universidad, pero ellos se reían y me preguntaban ‘¿cómo vas a pagar la universidad si tú no ganas tanto?’. Yo les dije que ‘si mi hijo quiere cumplir sueño, así será’. 

Trabajaba más de 40 horas. En mi trabajo, varios de mis compañeros tomaban sodas y agua y pues tiraban las latas y las botellas. Yo a escondidas las sacaba de los botes de basura y las juntaba en una bolsa. Luego de trabajar también pasaba por otros botes. Hacía más de $100 al mes (reciclando latas y botellas). Mi hija trabajaba en un restaurante y ella también aportaba económicamente. 

Cómo El Tímpano escuchó esta historia

En febrero de 2023, El Tímpano compartió vía mensajería de texto información sobre cómo solicitar los beneficios del California Dream Act, que ofrece ayuda financiera para cubrir los costos de la universidad a los estudiantes indocumentados que no califican para asistencia federal. También preguntamos a nuestros más de 2.500 suscriptores de entonces qué esfuerzos habían hecho para costear la educación de sus hijos. Pedro Ramírez fue uno de los 30 miembros de la comunidad que compartieron sus experiencias y el orgullo de haber logrado costear los estudios universitarios de al menos uno de sus hijos.

Nos limitábamos comprando ropa. Si no se necesitaba algo, no se compraba. Lo de nosotros fue un sacrificio familiar. Ese dinero extra que juntábamos se lo dábamos a mi hijo para que pudiera pagar su estadía allá en la universidad.

Me encomendé a la Virgen de San Juan de los Lagos de Jalisco para que nos ayudara, y a pesar de las dificultades económicas, estamos orgullosos de que mi hijo pudo graduarse. Un día antes de su graduación, les dije a mis jefes que no vendría a trabajar, y cuando supieron la razón se quedaron sorprendidos. Este país te da revanchas. Oportunidades. Tengo el diploma de mi hijo aquí colgado en la casa. 

Hace años, mi hijo quería ser policía y estuvo investigando mucho. Se acercó a oficiales para preguntarles cómo podía hacer. Solicitó un puesto para la academia de policía de San Leandro pero no sucedió. Nada más porque no nació aquí.

No tener un estatus (permanente) en este país no te favorece

Pedro Ramírez

Mi hijo estaba decepcionado. No tener un estatus (permanente) en este país no te favorece. Empezó a buscar trabajo después y terminó en una compañía que pone alfombras en casas. El sabor final es agridulce porque ves crecer a tu hijo realizando sus metas pero te das cuenta que otros chicos con los que él creció tienen otros privilegios. No podemos echarle la culpa a la vida por lo que nos pasa. El libro de cada uno de nosotros ya está escrito. 

Pero recientemente nos enteramos sobre esta ley [SB 960] que permite a jóvenes como mi hijo a continuar sus sueños. Después de todo, ¿mi hijo puede ser policía? Él siempre quiso defender a este país. Siento que finalmente recibimos una buena noticia. Mi hijo tendrá su recompensa. Como decimos en mi México, ‘Dios aprieta, pero nunca ahorca’. 

Justo was born and raised in Lima, Peru, and migrated to the United States in 2013. Since graduating from Rutgers University, he’s worked as a newsroom producer at Spanish-language television networks including Telemundo and Univision, earning Emmy awards in New York and California. As a bilingual reporter, he’s written from El Salvador, Mexico, and Northern California where he now lives. His work has been published in CBS News, NBC Latino, KQED, CNN, Universidad Portátil and Revista El Malpensante. As El Tímpano’s Community Voices Reporter, he works with community members to tell stories that shine light on the joys, struggles, and complexities of the immigrant experience.