Esta historia es una co-publicación con The Oaklandside.
Yo llegué al Área de la Bahía en 2015. Al poco tiempo conocí a mi esposo y en el 2019 nos mudamos a un apartamento en la calle Logan en Oakland. En un cuarto, dormimos mi esposo y yo junto a mis dos hijos. Pagamos $1,000 por este apartamento con un dormitorio, una cocina y un baño.
En la primera semana de junio de 2023, la mujer que supervisa el edificio nos dijo que fuéramos a su oficina. Fui con mi esposo y allí ella nos dio una carta. Nos dijo que debíamos irnos porque no íbamos a la misma iglesia que los otros inquilinos. La razón por la que nos querían desalojar no era económica porque nosotros, a pesar de que no hacemos tanto dinero, pagamos la renta a tiempo. Recuerdo que también dijo que si no nos íbamos, un camión de la ciudad vendría y sacaría nuestras pertenencias.

Yo dije que como inquilinos tenemos derechos, pero nos respondió que si queríamos podíamos consultar con un abogado, que la decisión ya estaba tomada, y debíamos asumir las consecuencias.
No entiendo muy bien el inglés, pero con ayuda del traductor de Google leí que teníamos 30 días para desalojar el apartamento. Pensé: ‘¿A dónde voy a llevar a mis hijos después de julio?’. Nuestra situación financiera en estos momentos es inestable, pero fue empeorando desde que inició la pandemia del COVID-19.
Mi esposo no trabaja porque se golpeó la espalda. Yo limpiaba casas, al menos tres en una semana, pero las familias empezaron a enfermarse y cancelaban las citas, entonces ya no ganaba tanto dinero. Luego trabajé en un restaurante que tuvo que cerrar porque la gente ya no iba. Durante ese tiempo, envié dinero a mi mamá que aún vive en Santa Rosa, Guatemala, desde donde emigré hace muchos años. Me acabé mis ahorros.


Aquí, mis hijos ya están creciendo, uno de ellos tiene 5 años. Uno de nosotros debe quedarse con él y mi otro hijo más pequeño. Si nos vamos a un apartamento más caro tendríamos que trabajar más horas y se complica. No puedo pagarle a una niñera.
Yo veo mucha gente en la calle, y es porque el alquiler es cada vez más caro. Muchos de ellos no tienen a dónde ir. Están solos. Cuando yo llegué a Oakland pagaba por un cuarto $200, luego $500, y ahora es $1,000.
Hace semanas, después de que nos dieron la carta, salimos a buscar apartamentos y encontramos uno disponible sobre la calle Harrison. Nos gustó pero el problema era que la renta valía $2,000 y había que pagarlo por adelantado. Y no solo eso: debíamos hacer un depósito de otros $2,000. ¿Cómo vamos a pagar eso?

Luego fuimos a San Leandro, y allí un alquiler de una casa costaba $3,800, más el depósito de otros $3,800. Nos gustaba porque tenía dos cuartos, un baño y una cocina, pero no podíamos pagarlo solos. Para poder pagar un alquiler de ese precio tendría que limpiar tres casas al día y hacerlas por mi propia cuenta, ya no trabajando para una compañía. Más de 80 casas al mes.
También tuvimos otras experiencias. Le escribimos a un chico que puso un anuncio de un alquiler disponible en [Facebook] Marketplace. Nos dijo que por ahora sólo podíamos ir a ver la casa por fuera. Fuimos y nos gustó, así que le pedimos que nos diera las llaves para verla por dentro, pero exigía que le depositáramos dinero por Zelle primero. Dijimos que no, pero él exigía y exigía. Sentimos que nos querían estafar.

En Alameda, visitamos una oficina en la que nos iban a dar información de un apartamento disponible. Todo estaba bien hasta que la mujer que supervisaba las solicitudes nos preguntó por el seguro social y si teníamos historial crediticio. Había un intérprete porque ella no hablaba español. Empezó a preguntar por qué no teníamos un seguro social y cómo era posible que tuviéramos historial crediticio. Dijo que la gente que vivía como nosotros robaba identidad.
Estaba muy preocupada y estresada porque no tenía tiempo suficiente para encontrar un lugar donde vivir. Mi esposo me dijo que mejor nos regresáramos a Guatemala, pero yo no quiero porque mis hijos tienen un futuro prometedor aquí.

Seguí esperando buenas noticias. Fui a la iglesia, como todo domingo, ya casi por vencida, y una amiga me dijo que se estaba mudando a San Leandro y que el propietario tenía una casa en alquiler y que fuéramos a preguntar.
El alquiler era $3,700 por toda la casa, que incluía tres dormitorios y dos baños. Hablamos con dos hermanos de mi esposo que también tenían problemas para encontrar dónde vivir. Allí viviremos todos y dividiremos las cuentas. Es la única forma de vivir, por ahora.